PRESTIDIGITADOR. Yo convierto sin ningún esfuerzo un fracaso de tinta en una mano cortada llena de anillos antiguos.
DIRECTORA. (Irritada.) ¡Pero eso es mentira!, ¡eso es teatro! Si yo pasé tres días luchando con las raíces y los golpes de agua fue para destruir el teatro.
PRESTIDIGITADOR. Lo Sabía.
DIRECTORA. Y demostrar que si Romeo y Julieta agonizan y mueren para despertar sonriendo cuando cae el telón, mis personajes, en cambio, queman la cortina y mueren de verdad en presencia de los espectadores. Los caballos, el mar; el ejército de las hierbas lo han impedido. Pero algún día, cuando se quemen todos los teatros, se encontrará en los sofás, detrás de los espejos y dentro de las copas de cartón dorado, la reunión de nuestros muertos encerrados allí por el público. ¡Hay que destruir el teatro o vivir en el teatro! No vale silbar desde las ventanas. Y si los perros gimen de modo tierno hay que levantar la cortina sin prevenciones.
PRESTIDIGITADOR. Si avanzas un escalón más, el hombre te parecerá una brizna de hierba.
DIRECTORA. No una brizna de hierba, pero sí un navegante.
